LA IGNORANCIA ES LA MADRE DE LAS DESGRACIAS.


CARTA A UN ATEO

 
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Estimado amigo o amiga:

¿Así que tú eres ateo o atea? Es decir, ¿no crees que existe un Dios, ni que haya un Creador del Universo y de nosotros, los seres humanos?

¿Emoción o razón?

Permíteme antes que nada una pregunta: ¿Cómo fue que llegaste a ser ateo? ¿Fue a través de una experiencia emocional adversa, a través del estudio y la reflexión, o de otra manera? Es decir, ¿en qué plano mental eres ateo?

La pregunta es muy importante porque, como me imagino que sabes, la personalidad de un ser humano se compone de tres planos o bloques básicos: el plano racional, el emocional, y el instintivo.

Y para complicar más las cosas, cada uno de estos "bloques" tiene componentes "concientes" e "inconscientes" y está en constante interacción con los otros dos.

Antes de que contestes, déjame que te cuente mi propia experiencia, para que veas que por lo general el pensamiento ateo tiene un origen común o muy parecido.

Mi propia experiencia

Yo una vez fui algo cercano a un ateo, y llegué a serlo mediante una combinación del pensamiento emocional con el racional.

Nací en 1952 y me crié en un pequeño país de América Latina; me bautizaron en la religión católica poco después que nací; me eduqué en un colegio regentado por padres jesuitas y, a pesar de que hubo un tiempo en que hasta llegué a pensar que sería sacerdote, al fin de cuentas terminé rechazando a la Iglesia Católica.

En parte eso pasó porque los sacerdotes maltrataban a o eran injustos con los estudiantes en el colegio donde estudié.

Pero también por su hipocresía y su indiferencia parcial o total hacia la situación de injusticia social y nacional que vivía mi país y muchos otros pueblos del mundo.

No se me olvida que uno de los sacerdotes de mi colegio justificaba la Guerra en el Vietnam aduciendo que gracias a las guerras "la población no aumentaba tanto".

Y tampoco se me olvida que, cuando estudiaba en los Estados Unidos a principios de los años '70, el cura párroco de mi universidad también defendía la participación de ese país en la Guerra del Vietnam. "Es una guerra justa", me dijo con expresión angustiada aquel cura gordinflón y medio calvo, durante una reunión que sostuve con él, luego que le envié una carta criticando el hecho de que la Iglesia no denunciase las injusticias que se cometían allá en nombre de la "democracia".

O sea que mi rechazo a la Iglesia Católica fue primero principalmente emocional pero mezclado con un rechazo racional, derivado de mis conocimientos tanto de la Biblia como de la realidad en que crecí.

Todavía no rechazaba a Dios, pero por allí empezó el problema, mi problema, pero quizás también el tuyo y el de mucha gente que hoy no cree en la existencia de Dios.

Es decir, mucha gente rechaza y abandona a Dios a partir de un rechazo emotivo hacia la religión organizada. En algunos casos el asunto es aún más simple: se rechaza a algún pariente o a al representante o ministro de una iglesia por abusivo, por farsante, o por alguna otra razón. Y por culpa de él o ella muchas personas terminan rechazando no sólo a toda esa Iglesia sino a todas las iglesias.

Del rechazo de la iglesia al rechazo de Dios

Pero otros van más allá, como fue mi caso personal.

Yo seguí siendo "más o menos" cristiano hasta que leí las teorías del filósofo alemán Carlos Marx y me relacioné con grupos marxistas, mientras cursaba mis estudios universitarios.

Me sentí atraído hacia dichos grupos principalmente porque luchaban a favor de los pobres y los oprimidos, pero también porque sus teorías eran intelectualmente atractivas. De ahí en adelante el rechazo ya no solo abarcó a la Iglesia, sino a Dios mismo.

Llegué a pensar entonces, siguiendo la línea de pensamiento marxista, que la materia estaba de una u otra manera imbuida de un impulso "intrínseco"; que la materia se transforma en energía y viceversa; que el Universo simple y llanamente "evoluciona"; y que los seres humanos somos el producto de esa evolución. Es decir, una visión parecida a la del filósofo alemán Guillermo Hegel (uno de los mentores de Marx) pero sin la participación de ningún "espíritu".

¿Y después de la muerte, qué pasaba? Ahí me proclamaba agnóstico, no sabía qué pudiese pasar, aunque albergaba la esperanza de fundirme de alguna manera con el Universo y, quizás, hasta volver a nacer, es decir, reencarnar.

Rechazo emocional y racional a Dios

También, a medida que avanzaba en mis estudios de las ciencias sociales me compenetraba con la existencia de profundas injusticias y toda clase de desgracias y miseria humana en todo el mundo.

Y me parecía que no podía existir un Dios que tolerase todo ese mal. Porque, me preguntaba, ¿Cómo puede haber un Dios que envíe terremotos que matan a miles de personas, muchas de ellas, como los niños, totalmente inocentes? ¿O que produzca enfermedades, inundaciones, alimañas, etc.?

Al igual que lo hice yo, muchas personas rechazan hoy la existencia de Dios sobre la base de la injusticia que prevalece en el mundo, o por ser ellos u otras personas víctimas de desastres, accidentes, enfermedades, o algún otro fenómeno natural destructivo.

El obstáculo emocional

Pasaron los años y algunas personas trataron de convencerme sobre la existencia de Dios. Al principio no les puse atención; pero entonces llegó a mis manos en el año 1996 un ensayo que reseñaba las maravillas del Universo y la Naturaleza e insistía, de manera lógica, que ellas no podían ser el fruto del azar sino que habían sido creadas por una Inteligencia Superior.

Fue como si un relámpago hubiese iluminado mi mente. ¡Ciertamente, pensé, es un absurdo pensar que todo esto es el producto del azar!

Pero entonces surgió el obstáculo emocional. Una vez que uno se compromete en privado y en público con una idea, y además dedica años y un cúmulo de esfuerzos a defenderla, resulta harto difícil abandonarla y reconocer que, después de todo, uno estaba equivocado. El problema es nuestro orgullo, una derivación emocional de nuestro egoísmo, y mientras más inteligentes y educados nos creemos, peor es.

Hasta cierto punto es un problema de costo versus beneficio, similar al dilema que afronta quien construye un edificio de manera equivocada. Para él es tremendamente difícil derribarlo y reconstruirlo. Prefiere dejarlo como está y no afrontar el costo de rehacerlo, a pesar de que ello podría causar su eventual colapso o, en el mejor de los casos, su desvalorización. Y a pesar de que rehacerlo le traería, a la larga, retribuciones extraordinarias.

Es por eso que muchos ateos siguen siendo ateos: porque no quieren o no se atreven a dejar de ser ateos. Son como el ciego que no quiere ver. Y no quieren ver porque aceptar la existencia de Dios acarrearía para ellos un cambio drástico en su "estilo de vida", con el cual se sienten más o menos a gusto.

Ese cambio probablemente les acarrearía desajustes económicos, sociales o políticos, como son la pérdida de amistades; la expulsión o exclusión de grupos con los que hasta entonces se identificó; la ridiculización; la exigencia de dedicar parte de nuestros bienes o nuestro tiempo y esfuerzos en pro de causas justas o para ayudar al prójimo, u otros problemas.

En otros casos, porque piensa que no existe una iglesia o religión organizada "adecuada" o "lo suficientemente buena" para él o ella, y está convencido o convencida de que jamás podría volver a la antigua iglesia que una vez abandonó disgustado.

Y por esas razones emocionales, a veces ligadas a razones instintivas (principalmente el instinto de supervivencia, que toma la forma de egoísmo) llevan a muchas personas a convertirse en ateos o ateas; es decir, a rechazar la existencia de Dios, a pesar de que su razón les dice lo contrario.

Un llamado a tu razón

Si esa es tu situación, no puedo ayudarte de otra forma excepto apelando a tu razón.

Te llamo a que abras tu mente, a que pienses que quizás estás equivocado (no pretenderás que eres perfecto ni infalible, ¿verdad?).

Te llamo acto seguido a contemplar la posibilidad de que fuerzas emotivas, que a veces actúan de forma inconsciente, estén impidiéndote llegar a una verdad evidente: el Universo, con toda su complejidad, no pudo salir de la nada ni del azar, sino que tuvo que ser creado por una Inteligencia Superior.

Cuando me identifiqué con las tesis marxistas no caí en cuenta (o preferí ignorar) que, si bien muchas de las críticas de Marx (y de su antecesor, el filósofo materialista alemán Ludwig Feuerbach) en contra de la religión organizada son fundadas, y si bien el análisis marxista de la economía y la sociología tiene varios aspectos válidos, ni Marx ni los marxistas ni (mucho menos) los materialistas pre-marxistas ofrecen una explicación satisfactoria sobre el origen del mundo, ni del Universo.

Este punto lo desarrollo en detalle en mi Carta a un Evolucionista, la cual te invito a leer. Baste aquí mencionarte el hecho de que la teoría en boga, y que se denomina la "Gran Explosión", más bien parece una novela de ciencia ficción, y no muy buena.

Esa teoría supone que hubo hace muchos años una gran explosión, y que de ahí salió el Universo. Es decir, "algo" explota porque sí y los muchos millones de componentes de los átomos caen, al azar, en su lugar; los átomos también caen en su lugar y forman las moléculas; luego éstas las células; y así hasta los seres humanos.

El que crea semejante cuento probablemente diría también que es posible que tú desarmes un computador, o un moderno rascacielos, o que coloques en un cubo las letras que conforman un libro, y con solo lanzar sus componentes al aire algunos millones de veces terminarás con el computador funcionando, el edificio perfectamente terminado, y el libro redactado.

No me dirás que tú crees que eso es posible, ¿o sí?

Injusticia social y Dios

¿Objetas el hecho de que hay injusticia en el mundo, que ocurren desgracias a mucha gente inocente, inclusive a niños pequeños?

Es verdad que hay accidentes, desastres y calamidades naturales (como son terremotos, sequías y otros), enfermedades, y otros males naturales. No pretendo tener la explicación de todos ellos, ni de muchas otras cosas creadas por Dios. Solo puedo sugerirte las siguientes reflexiones:

(1) Muchas de estas calamidades han sido creadas por nosotros mismos. La contaminación, la deforestación, las pruebas nucleares, la construcción de medios de transporte y otros productos inseguros, y los experimentos biológicos y genéticos pueden tener consecuencias que van desde accidentes y la destrucción de las capas atmosféricas, hasta la alteración del clima y el surgimiento, mediante mutaciones, de formas de vida hostiles a la existencia humana. Se afirma, por ejemplo, que el Síndrome de Inmuno-deficiencia Adquirida (SIDA) es uno de estos casos.

(2) La sociedad que hemos creado tiene deficiencias estructurales. Las crisis económicas que asolan periódicamente a la humanidad desde el siglo 19 con su secuela de bancarrotas de empresas, desempleo, miseria, y otros males son causadas por las imperfecciones del sistema económico que nosotros mismos hemos creado, el sistema de libre mercado o capitalista.

(3) La tierra y la naturaleza son imperfectas. Esto quiere decir que también sufren de fallas estructurales, como son las fallas geológicas que dan origen periódicamente a movimientos telúricos o terremotos; también hay fuerzas naturales, algunas de ellas ocultas, y que actúan a veces al azar.

(4) Cada especie, incluida la humana, tiene enemigos naturales. Algunos son visibles y otros (como las bacterias y los virus) invisibles.

Yo supongo que estas fallas, fuerzas, y enemigos naturales de las especies fueron diseñados por Dios para mantener un balance en la naturaleza. Si los seres humanos nos apartamos de Dios e irrespetamos este balance y estas fallas y factores, y nos exponemos irreflexivamente a ellos es lógico que suframos las consecuencias.

¿Quién, por ejemplo, es culpable de que seres humanos se hayan asentado en tierras periódicamente azotadas por terremotos, sequías o heladas, sino los propios humanos, inducidos a ello, en muchos casos, por la acción hostil y depredadora de otros grupos humanos? El área de California, por ejemplo, se sabe que está expuesta a movimientos telúricos. A pesar de ello, muchas personas se han asentado allí, ya sea por voluntad propia o porque la presión económica (de otros grupos humanos) no les ha dejado alternativa. Y no sólo se han asentado allí sino que han construido peligrosas edificaciones que, con toda probabilidad, no resistirán un temblor ni siquiera de mediana intensidad.

Y ¿quién es responsable de que el desaseo, el bestialismo, la promiscuidad, y la falta de condiciones higiénicas desemboque en epidemias de peste bubónica, cólera, sífilis, SIDA, u otras enfermedades? ¿No somos nosotros mismos?

Dios nos ha dado la libertad de actuar, dentro de ciertos límites. ¿No hemos utilizado mal esa libertad en muchos casos, perjudicándonos a nosotros mismos?

(3) También es posible que (como afirman la Biblia y otros textos religiosos antiguos) algunas de esas calamidades sean un castigo. El mismo sería el producto del rechazo de los seres humanos originales, y de la mayor parte de su descendencia, hacia el Dios o Diosa que los creó y hacia las normas que El o Ella nos dictó.

(4) Algunas de esas calamidades pueden ser pruebas. Esas pruebas son, quizás, enviadas por Dios para establecer distinciones entre los seres humanos, con miras a reubicarlos en diversos niveles de acción o educación después de su fallecimiento. O puede ser que existan seres espirituales malignos, como son los demonios, que se dediquen a esparcir calamidades para que los humanos rechacemos a Dios, creyéndole el autor de las mismas.

¿No te parece que éstas explicaciones podrían abarcar casi todas las injusticias y desgracias que sufre la humanidad? Si es así, entonces tu rechazo de Dios no parece lógico, ¿verdad?

No hay religión organizada infalible

Tampoco debes ser ateo porque detestas lo que hizo o dejó de hacer el sacerdote, el rabino, o el pastor de la iglesia, sinagoga o mezquita de tu pueblo. Recuerda que en todo grupo de personas las hay malas, buenas, y regulares.

Es posible que la jerarquía de tu antigua congregación religiosa esté corrompida o que no se desenvuelva en conformidad con lo que predican o lo que tú consideras correcto. Ello tampoco justifica el que rechaces a Dios. Y en última instancia, no es necesario que te sumes de manera orgánica a esa ni a ninguna otra congregación o iglesia para que creas en Dios y actúes en conformidad con sus preceptos.

No hay texto religioso perfecto

El problema tampoco debe ser si la Biblia, el Korán, el Popol Vuh u otro texto religioso básico te parecen anticuados, parcialmente absurdos o inconsistentes.

Es innegable que la Biblia, por ejemplo, tiene una gran cantidad de fallas, la mayoría de los cuales las discuto en detalle en mi Carta a un Fundamentalista, la cual te invito a leer también.

A pesar de todo, piensa que es posible que algunos de esos escritos religiosos básicos hayan sido parcial y originalmente inspirados por Dios, y que algunos de los profetas o voceros de Dios allí citados también hayan sido enviados de Dios. Después de todo, resulta lógico que si Dios creó a los humanos (como también puede haber creado a muchas otras razas inteligentes, pues el Universo es vasto) habría buscado la forma de comunicarse con nosotros o decirnos que El es nuestro creador y qué es lo que espera de nosotros.

Sin embargo, no pierdas de vista que estos son escritos redactados por seres humanos imperfectos, agobiados por problemas emocionales y materiales, y afectados por instintos animales. Estos escritos fueron además copiados manualmente muchas veces, otras tantas traducidos, y otras más compaginados y no precisamente por entidades que necesariamente concordaban con el contenido de ellos.

Por ejemplo, la Biblia fue compaginada o estructurada por autoridades de la Iglesia Católica Romana durante el siglo 4. Y aquella era una Iglesia absorbida por el poder gobernante y que exhibía ya muchas de las fallas y degeneraciones que en los siglos siguientes alcanzarían extremos aberrantes.

¿Cómo esperar que semejante proceso no fuese a culminar con un escrito al menos parcialmente alterado de manera negativa? Y piensa además que quizás las fallas que hay en esos textos religiosos primitivos pueden ser otra prueba que Dios nos envía: la prueba quizás consiste en plantearte la necesidad de buscar a Dios en dichos textos, identificando como tales las fallas que en ellos pudiesen haber, pero también las verdades que pudiesen contener.

Dos cuestiones fundamentales

No, el problema central no es la Biblia, ni el Korán, ni el párroco de la esquina, ni la existencia del SIDA: la cuestión fundamental es que fuimos creado por Dios. Hacia El o Ella debemos sentir amor y agradecimiento, y a El o Ella debemos dedicarle algunos minutos de reflexión cada día.

Y los que aceptamos la parcial validez de la Biblia, probablemente deberíamos también observar los Diez Mandamientos.

Otro aspecto clave es la existencia de principios éticos fundamentales que se derivan de tu reconocimiento de haber sido creado por Dios, junto al resto de los seres humanos. Es decir, del hecho de que somos hermanos en Dios.

Entre estos principios fundamentales está sin lugar a dudas el de la solidaridad humana, que en la religión cristiana se formula como "amar a tu prójimo como a ti mismo", y de "hacer con otros como quisieras que hicieran contigo".

Te comento de paso que la solidaridad tiene una base racional también. Puesto que la existencia humana en la tierra es colectiva (es decir, que dependemos los unos de los otros), la mejor forma de asegurarnos nuestro bienestar individual es luchando por el bienestar colectivo.

Quizás en la otra vida seamos menos dependientes de nuestros hermanos, y más de Dios. No lo sé, pero hasta entonces, te saluda, fraternalmente,

Uno más.

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ESTUDIO ATEO
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Esta página ha sido actualizada el 7 Mayo, 2003